miércoles, 30 de enero de 2019

LA SURFISTA MAMALA Y EL DIOS TIBURÓN – HAWÁI



“Dicen los viejos kahunas hawaianos que Dios creó primero el mar, luego la tierra y más tarde los fenómenos atmosféricos. Cuenta la leyenda que el mar se enamoró de la tormenta y la sedujo arrastrándola a las profundidades, donde tuvieron un idilio del que nacieron las olas (nalu). Estas vagaron durante años por las profundidades y Dios, al observarlas, se sintió complacido. Tiempo después, Dios creó al hombre e hizo para él un paraíso volcánico. Pero al ver que el hombre de vez en cuando se sentía vacío y necesitado, ordenó a las olas que fueran en su busca. Estas, en un alarde de fuerza y energía, cruzaron los mares en forma de ondas hasta llegar a la costa. Al contemplarlas, el hombre se rindió ante tanta belleza y, en un gesto espontáneo de amor y desprendimiento, hombre y ola se fundieron en una danza sagrada, que se llamó choree, surf. La danza de alabanza a Dios entre el hombre, la tormenta y el océano”.


Ke-kai-o-Mamala (El mar de Mamala), al oeste de Waikiki, fuera de las costas de Honolulu, es un lugar para hacer surf nombrado así en honor a una de las primeras surfistas de Hawái. Mamala existió realmente, en una época en que la historia hawaiana se transmitía oralmente. Fue una famosa surfista y una de las Grandes Jefas de O’ahu.  También era considerada una Kupua: una semidiosa/ heroína con poderes sobrenaturales que podía cambiar de forma a su antojo y adoptar la forma de una mujer hermosa, de una lagartija gigante, un cocodrilo o un gran tiburón.

Según la leyenda, Mamala se enamoró de Ouha, el Hombre Tiburón, también Kapua como ella.  Mamala y Ouha a  menudo bebían Awa (una bebida embriagante) juntos  y jugaban al Konane con las suaves piedras recogidas en la Bahía de Kou. Mamala surfeaba las más grandes olas de los mares turbulentos, cuando los vientos soplaban con fuerza. La gente admiraba su habilidad con la tabla y su valentía.

Mamala y Ouha eran felices pero, un día, Honoka’upu,  jefe de una  plantación de cocoteros, quiso que  Mamala se casara con él.  Ella accedió y abandonó a Ouha, el Hombre Tiburón, por el humano Honoka’upu.

Ouha se enfadó y trató de dañar a la nueva pareja, pero finalmente se alejó de ellos y vivió en el lago Ka-ihi-Kapu. Allí aparecía como un atractivo hombre con una cesta llena de camarones y pescado fresco que ofrecía a las mujeres del lugar, de las que luego se burlaba. Sin embargo, las mujeres se tomaron la revancha y un día ridiculizaron a Ouha. Este, al igual que otros personajes legendarios de Polinesia, no podía soportar la vergüenza y la humillación. En consecuencia, Ouha renegó de su forma humana y tomó para siempre la forma de un tiburón.

Y así pasaron el resto de sus días separados, Mamala cabalgando olas y Ouha nadando en las costas de Waikiki.

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