De entre todos sus súbditos, el león apreciaba especialmente a Tobori, el elefante, y a Leuk, la liebre. De Tobori admiraba su fuerza y su sentido de la responsabilidad. Mientras que de Leuk admiraba su vivacidad y astucia. ¿A cuál de los dos nombraría su mano derecha?
Posado sobre sus patas traseras, con los ojos cerrados y estirado al sol, el rey de los animales reflexionó sobre todo aquello que podría llevar el equilibrio y la felicidad a su reino.
“Sin prosperidad no hay disfrute posible…Un reino feliz es un reino próspero y, sobre todo, bien alimentado. Pero querer mantener la abundancia es tan inútil como tratar de agarrar el agua que fluye. Todo depende de los ciclos de la madre naturaleza. En estas tierras vírgenes, estamos a su merced: las sequías, las cosechas,… Todo nos afecta. Y es que es la Naturaleza quien renueva los cultivos al fin y al cabo y quien trae la prosperidad. Quien la domina es realmente poderoso”.
Y así fue como Gaïndé, el león, llegó a esta conclusión. Con un rugido que estremeció a todos los animales a su alrededor, salió de su letargo:
– Yo, el rey Gaïndé, he decidido que entre Tobori, el elefante, y Leuk, la liebre, voy a escoger a aquel que consiga la mayor extensión de campos cultivados. Ese será el elegido para ayudarme a gobernar este reino.
Con esta decisión tomada, el poderoso gobernante convocó aparte a Tobori y Leuk y les explicó:
– La brousse no pertenece a nadie así que id a los pueblos, reclutad hombres, y preparar para el cultivo esta tierra salvaje. Aquel de los dos que en tres días me presente la mayor extensión de terreno bien sembrado será el administrador de mi reino.
Así que Tobori, el elefante, y Leuk, la liebre, que habían sido amigos hasta entonces, se convirtieron en rivales. Cada uno tomó caminos opuestos a la hora de buscar mano de obra para el desafío y los campesinos los recibieron de forma bien distinta:
“El elefante es grande y fuerte”, pensaron en los poblados, “si nos negamos a trabajar para él puede vengarse y hacernos daño. Por el contrario, si aceptamos, nos hará ricos. Leuk es un flojo y no puede hacer nada contra nosotros y, si nos paga, lo hará solo con su palabrería. No tiene ninguna oportunidad contra el elefante”.
De esta forma, un verdadero ejército de trabajadores se unió al equipo supervisado por Tobori. Cientos de machetes empezaron a quitar las malas hierbas del terreno, seguidos por las daba (una especie de azadas del Oeste de África) que, en cuestión de minutos, transformaban los terrenos en tierras aptas para el cultivo. No había ni un minuto que perder, ni tregua ni descanso.
La liebre meditó lo siguiente:
“El manejo del machete y la daba hace que les duelan las manos y la espalda. Solo unos pocos posiblemente disfruten haciendo un trabajo tan duro y monótono pero suele haber muchos que se ofrecen a hacerlo porque la única habilidad necesaria es la física. Sin embargo, son menos numerosos aquellos cuyos dedos son tan flexibles que pueden tocar la kora (mezcla de arpa y laúd), tan ágiles y rápidos que pueden golpear el balafón (especie de xilófono) y tan fuertes que pueden tocar el djembé (tambor muy popular en el Oeste de África) durante horas. ¡Los músicos, llenos de inspiración y sueños, cuentan con grandes destrezas y realmente disfrutan con su trabajo!”.
Así que Leuk, por el contrario, fue a los pueblos sin pretender buscar agricultores, simplemente hacía saber que cualquiera que supiera tocar un instrumento podría trabajar para él. Por tanto, fueron los músicos y griots quienes respondieron a la llamada de Leuk. En lugar de comenzar inmediatamente el trabajo, se sentaron en círculo y empezaron a hablar:
– ¡Vaya equipo que has escogido, liebre! ¡Ninguno de nosotros es experto en los cultivos! Además, con todos los trabajadores que tiene Tobori, sus campos ya estarán crecidos cuando los nuestros estén apenas sembrados.
Leuk interrumpió sus palabras:
-¿Acaso os he pedido yo eso? ¡Lo que yo necesito es vuestra música! Es más difícil tocar un instrumento y llenar el corazón de alegría que muchas otras cosas. Esto es lo que vamos a hacer: los mejores músicos de entre vosotros se pondrán cerca del río que está al lado del campo de Tobori. Al ritmo que trabajan, no tardarán en tener sed y se acercarán al río para beber. Tocad entonces una música digna de vuestro excepcional talento. El resto, quedaros aquí conmigo para tener al menos una parcela de tierra que mostrar a nuestro rey Gaïndé. Gracias mis hermanos, de corazón.
El equipo de Leuk se dividió y la mayor parte se apostó en el río. Los jornaleros de Tobori, que trabajaban bajo el sol sin descanso, fueron pronto al río a calmar su sed, como había predicho la liebre. Entonces, los músicos de Leuk empezaron a tocar un ritmo tan cautivador que los jornaleros dejaron de lado los cubos y calabazas (con los que habían ido a recoger agua) y de repente ¡todos bailaban! Los siguientes campesinos que fueron a beber también se unieron a la danza, olvidándose de todo lo demás.
Mientras tanto, los trabajadores de Leuk, aunque eran menos y no tenían mucha experiencia, permanecieron centrados en su tarea siguiendo el ritmo del tama (o tambor parlante) que les hacía trabajar a un ritmo pausado pero constante. Así, al final de los tres días, cuando Gaïndé fue a inspeccionar los campos, los de Leuk eran mayores y estaban mejor cultivados que los de Tobori, por lo que el león eligió a la liebre como su mano derecha.
Utilizando el ingenio, Leuk fue capaz de tornar una causa pérdida, por la que nadie apostaba, en la ganadora. Además, gracias a la música, alimento para el espíritu, se impuso a su adversario. Y es que el poder de un líder se mide también por el arte y el talento de sus seguidores.
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