A finales del siglo XVIII, en el majestuoso pueblo de Alaquàs, el marqués se encontraba agonizando. A la enfermedad se le añadían dos problemas con nombre y apellido: Giuseppe y Paulino Manfredi, sus dos hijos gemelos, entre los que tenía que repartir la herencia y su título nobiliario.
Los dos hermanos hacían todo juntos, tenían un carácter parecido y eran físicamente idénticos. Todo el pueblo, incluso su padre, los confundía. Entonces ¿cómo podría elegir un digno sucesor de su título?
Fue un 25 de diciembre cuando al marqués se le ocurrió la solución perfecta: dividiría su herencia en 50 partes que escondería por todo el pueblo. El sucesor sería aquel que encontrara una mayor parte de la herencia.
Al día siguiente, al son de cornetas y tambores, Alaquàs se convirtió en un auténtico espectáculo con las calles a rebosar de gente que quería animar a su preferido. El torneo fue reñido, Giuseppe y Paulino buscaron y buscaron la herencia por todo el pueblo pero finalmente Paulino encontró una parte mayor.
Al llegar al castillo se encontraron con una niña que pedía limosna. Paulino, viéndose ya marqués, pasó de largo y entró enseguida para reclamar su premio. Giuseppe, en cambio, se paró y decidió darle a la niña parte del dinero de la herencia que había encontrado, a pesar de ir perdiendo.
El marqués, ante tal episodio, decidió que el sucesor sería Giuseppe por haber pensado en el pueblo antes que en él mismo. Fue así como se convirtió en el siguiente marqués de Alaquàs.
A partir de entonces, cada Navidad, Giuseppe organizaba unos juegos similares en los que escondía dinero y joyas, esta vez para los habitantes de su pueblo.
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