La verdad es que el mundo entero estaba bastante harto de las trampas y los engaños de Sísifo, tanto dioses como mortales. Porque Sísifo además era un poco cotilla y sabía todo de todos. Nadie mejor que él era consciente de que la información es poder y por eso siempre andaba vigilando lo que hacían los dioses y escuchando tras las puertas de los vecinos. Él lo sabía todo.
Un día se formó un lío impresionante porque la hija del río Asopo había desaparecido y nadie la encontraba. Sí, en aquella época los ríos también tenían hijos, al igual que las personas. Nadie encontraba a la hija del río Asopo y todos estaban muy preocupados. Para variar, Sísifo sabía lo que había ocurrido con la muchacha, así que decidió sacar partido de la situación.
Le dijo a Asopo que él sabía con quién estaba su hija, pero que si quería saber algo más tendía que compensarle creando una fuente en su ciudad. Asopo hizo brotar en medio de la ciudad una fuente de aguas cristalinas para que todo el mundo tuviera el agua cerca y no tuvieran que desplazarse por todo el monte a por ella. Todo el mundo parecía satisfecho con el acuerdo, pero faltaba que Sísifo revelara el secreto de la hija del río Asopo.
- Zeus se ha llevado a tu hija, Asopo- dijo Sísifo
La noticia cayó como una bomba porque pocos se atrevían a encararse con el dios Zeus, el más poderoso de todo el Olimpo. Pero el río Asopo quería demasiado a su hija como para no enfrentarse al dios.
- Zeus, si no me devuelves a mi hija secaré todos los ríos que recorren la Tierra- amenazó el río Asopo.
Con este panorama a Zeus no le quedó más remedio que devolver a su casa a la hija de Asopo, pero el asunto no iba a quedar así. El chivato Sísifo iba a recibir su merecido. Un castigo que nadie se imaginaba y que no dejaría a Sísifo tiempo para cotillear en los asuntos ajenos.
Zeus castigó a Sísifo a subir una enorme roca hasta la cima de una montaña. Sísifo sudaba y sudaba porque la roca era enorme y la cuesta de la montaña también. Y cuando estaba a punto de llegar a la cima, la roca caía rodando sin que Sísifo pudiera hacer nada por evitarlo. Y vuelta a empezar. Sísifo empujaba la roca hasta casi casi la cima de la montaña y para abajo otra vez. Y allí sigue Sísifo desde entonces, para arriba y para abajo con la roca a cuestas.
Laura Vélez. Redactora de Guiainfanil.com
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