Un pastor iba de camino al mercado para vender el trigo que había recogido de su cosecha. Como los sacos de trigo pesaban tanto, el hombre cogió su burro para cargarlos, pero era un animal muy lento, ya que estaba cojo de la pata derecha y era ciego del ojo izquierdo porqué unos niños le habían tirado una piedra.
El burro andaba muy lento y antes de llegar a la ciudad, el hombre decidió descansar un momento. Dejó el burro atado en un árbol y se tumbó en la sombra para dormir un rato.
Cuando se despertó, su burro había desaparecido, con toda la carga que el hombre tenía que vender.
Desesperado salió al camino y se encontró con un niño.
– Has visto pasar un burro por aquí – preguntó el hombre.
– ¿Era un burro cojo de la pata derecha y ciego del ojo izquierdo que cargaba con un saco de trigo? – dijo el niño.
– Sí, sí – contestó el hombre desesperado – ¿dónde lo has visto?
– Ah no, no lo he visto – le aclaró el niño.
– ¿Y si no lo has visto cómo es que saber cómo era?- dijo el viejo muy enfadado- ahora mismo vendrás conmigo a la policía y les contarás dónde está mi burro!
El hombre cogió al niño y lo llevó cogido del brazo hasta la policía. Allí, los guardas le preguntaron si sabía dónde estaba el animal, y el chico volvió a decir que no.
– ¿Cómo puede ser que sepas cómo es sin verlo? – preguntó un guarda.
– Pues porqué he visto su rastro – respondió el niño – he visto unas huellas dónde la pisada de la pata derecha era menos profunda y marcada que la de la izquierda. Por eso pensé que quizá era cojo de la pata derecha. También vi que alguien había comido el césped del lado derecho del camino pero que el del izquierdo estaba intacto, por eso deduje que estaba ciego del ojo izquierdo. Finalmente, vi granos de trigo por el camino y por eso supe que llevaba trigo.
Los guardas se quedaron boquiabiertos al ver a un chico tan inteligente y le pidieron disculpas por haber desconfiado de él. El hombre también tuvo que pedirle disculpas y además le pidió:
– ¿Cómo eres tan inteligente podrías ayudarme a buscar mi burro?
– ¡Claro que sí! – contestó el chico. Y se fue con él a la ciudad para ayudarlo.
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