Andes venezolanos entre Canaguá y Guaimaral. Paolo Costa.
Tío Conejo estaba muy tranquilo recostado en una piedra. Sin darse cuenta, llegó silenciosamente Tío Tigre por detrás y…
-¡Hola Tío Conejo! -le dijo¦. ¡Al fin te he atrapado! ¡Voy a devorarte!
Tío Conejo abrió sus grandes ojos cuando vio que era Tío Tigre:
– Pues usted sabrá. Yo tengo muy poca carne y soy muy flaquito.
Y viendo unas enormes piedras que sobresalían en lo más alto de la colina, le dijo:
– Allá arriba tengo unas vacas muy gordas y le puedo regalar una.
Tío Tigre se quedó pensativo y le dijo a Tío Conejo:
– Está bien. Si me da una vaca gordita le perdono la vida.
Tío Conejo se puso muy contento y le dijo:
– Cómo no, Tío Tigre.
Y se fue corriendo cerro arriba. Cuando llegó, le gritó:
– ¡Abra bien los brazos, Tío Tigre, que estoy arreando una novilla muy gorda para que baje!
Tío Tigre abrió los brazos y se puso a esperar a su novilla. Tío Conejo se armó de todas sus fuerzas y empujó la piedra más grande de la cima, que cayó cerro abajo rodando a toda velocidad.
Tío Tigre, que sólo pensaba en el banquete que se iba a dar, no se fijó en la piedra y se dispuso a cogerla creyendo que era la novilla. En segundos, la piedra cayó encima al pobre Tío Tigre y lo dejó aplastado como una cachapa de jojoto (tortita de maíz).
Tío Conejo aprovechó el momento para huir nuevamente de su feroz enemigo y se perdió dando saltitos alegremente.
muy buena historia
ResponderEliminar