martes, 27 de noviembre de 2018

LOS PIOJOS DE LA PRINCESA – CUENTO SUIZO



Las princesas son, en el fondo, infelices criaturas. Solamente pueden jugar con sus iguales, que son una minoría. Por ello, la pequeña princesa tenía que jugar sola cuando salía a jugar al jardín del palacio, pero esto la aburría soberanamente.

Un día, del otro lado del muro llegaban alegres risas. La princesita escuchó y luego miró hacia la camarera que la vigilaba. Ésta dormía profundamente. La pequeña princesa conocía la pequeña puerta que había en el muro, pero sabía también que un soldado la guardaba constantemente. Pero, ¡oh suerte!, también el soldado descansaba adormilado en su garita. Así pudo escaparse la princesita sin ser vista.

Con curiosidad miró calle arriba, calle abajo. Un niño y una niña estaban sentados en el bordillo de la acera, entretenidos en hacer carreras de barquitos de papel en una especie de arroyo formado por las recientes lluvias. Con las puntas de los pies descalzos o con bastoncitos de caña, desviaban los pequeños barcos que querían deslizarse por la alcantarilla. Nunca había visto la princesa un juego tan entretenido como aquel.

-¿Puedo jugar con vosotros? -les rogó la princesita.

-Por mí… -dijo el muchacho.

-Sí, con mucho gusto -dijo la muchacha.

Entonces abrazó la princesa a la muchacha y se sentó junto a ella en el bordillo de la acera. Parecía que ahora empezaba para ella una nueva vida, la princesa por fin podía jugar con otros niños. Esta maravilla duró casi media hora, hasta que de pronto se oyó gritar detrás del muro:

-¡Princesa! ¡Princesa!

Asustadas, se abrazaron las dos muchachas y la princesa dijo:

-¡Qué lástima que no pueda quedarme siempre a tu lado!

Acompañada por siete doncellas y varios soldados, regresó de nuevo la princesa a palacio. Una vez dentro, las doncellas se llevaban las manos a la cabeza y gruñían alborotadas:

-¡Ha jugado con niños de la calle! ¡Desnúdenla y arrojen todos los vestidos al fuego!.

Bañaron a la princesa cuidadosamente y, cuando comenzaron a peinar sus cabellos, una de las doncellas se puso a gritar.

-¿Qué te ocurre? -preguntó la princesa.

-¡Terror sobre terror! -lamentó la doncella y pidió a gritos una bandeja de oro.

Sobre ella colocó un pequeño puntito de color oscuro que se agitaba alegremente. Luego reunió a las demás doncellas. Todas se inclinaron sobre un diminuto animalillo y la más vieja de las doncellas, llena de espanto, sentenció:

-Es un piojo. Lo ha cogido de la andrajosa muchacha. ¡Al fuego con él!

Pero, entonces, exclamó la princesa:

-¡El piojo es mío y quiero conservarlo!

Se desmayaron las siete doncellas al oír semejante cosa. La princesa, sin embargo, se apresuró a ir con la bandeja de oro hacia la reina:

-Querida madre, ¡quieren quitarme el regalo de mi amiga!.

Entonces, se desmayó también la reina y llamó apresuradamente al rey. Este se echó a reír cuando supo de qué se trataba y dijo:

-Princesa, princesa, ¡ese pequeño animalito muerde!

El rey hizo una señal a un soldado y este se llevó la bandeja de oro en que estaba el piojito. La princesa comenzó a llorar amargamente y no había manera de consolarla. Como al tercer día aún seguía llorando, el rey hizo llamar a su orfebre, un hombre hábil y famoso en su oficio. El rey le ordenó que hiciera para la princesa un piojo de oro, el cual resultó maravilloso en extremo. Pero la princesita, al verlo, arrugó la nariz y dijo:

-Este no puede andar.

Entonces, el rey ordenó al orfebre que hiciera otro piojo de oro que pudiera caminar. El orfebre no dejó de trabajar día y noche y, tras siete días, pudo regalar el rey a su hija un magnífico piojillo que corría con sus seis ligeras patas. La princesita gritó de júbilo y puso el piojillo sobre sus rizos. ¡Oh! ¡Cómo cosquilleaba! La princesita reía y el rey exclamaba, lleno de alegría:

-¡Orfebre, has de hacer cien de estos piojitos para la princesa!

Así se hizo, como el rey mandaba, y nadie se sentía más feliz que la princesa. Pero esta felicidad sólo duró tres días. Al cuarto día, la princesa se lamentó:

-Mis piojos pueden caminar, pero no pueden morder. ¡Qué bien lo tienen los niños que viven fuera del palacio! Sus piojillos muerden de verdad.

En su terquedad, no quiso siquiera ver los cien dorados animalitos que traía el orfebre. Los encerró todos en una caja y los lanzó por encima del muro de palacio. Allí estaban jugando, como siempre, los niños de las barquitos de papel. ¡Cómo se asombraron estos del hallazgo! Los piojitos de oro no sólo podían caminar, sino también bailar cuando estaban juntos. El padre de los niños, un diestro afilador, se dio cuenta enseguida de que los piojillos eran muy valiosos, tanto por el oro con el que estaban hecho sino también por lo que podían hacer.

Por temor a que el rey pudiera hacerlos buscar, se trasladó con su familia a otro país. En el extranjero los habilidosos animalitos causaban sensación. Tanto, que un noble oyó hablar de ellos como de algo maravilloso y se encaprichó de ellos. Entonces, el noble mandó llamar al afilador y le compró los dorados piojillos por una gran suma de dinero. ¿Y qué compró la familia con ese dinero? Una casa, ropas decentes y un peine muy fino. Con él peinó la madre los cabellos de sus hijos y sacó de ellos todos los piojos de verdad. Desde entonces los niños no tuvieron ya que rascarse más y pudieron dormir tranquilos. Sin embargo,la princesa lamentó durante toda su vida que el orfebre del rey no fuera capaz de fabricar piojos que no sólo caminaran y bailaran, sino que pudieran también morder. (Sí, así son las princesas…).

lunes, 26 de noviembre de 2018

SNEGÚROCHKA – CUENTO UCRANIANO/ RUSO

Monasterio en Kiev – Worldwidegifts

Snegúrochka era la hija de la Primavera y el Frío. Pese a su condición sobrenatural, Snegúrochka anhelaba la compañía de los humanos mortales. Creció junto a un pastor llamado Lel pero su corazón era incapaz de sentir amor. Su madre finalmente se apiadó de ella y le dio esa habilidad, pero cuando se enamoró, el corazón de Snegúrochka se calentó y ella desapareció entre la nieve, derretida.


¿SABÍAS QUÉ?

Snegúrochka (Снегурочка en ruso), o Doncella de la Nieve, es un personaje de los cuentos de hadas rusos y eslavos.
Su imagen atrajo a varios poetas, escritores, músicos y pintores rusos. Algunos de ellos crearon sus propias interpretaciones inspirados por la antigua leyenda. Esta versión de la historia en en la que se basa la obra de Aleksandr Ostrovski, con música Chaikovski, y la ópera de Rimsky-Korsakov.
En una versión diferente, una pareja de ancianos hacen una niña de nieve, quien se convierte en un ser vivo que finalmente desaparece al llegar la primavera o al acercarse sobre una hoguera.
En la época soviética apareció otra versión de la historia de esta chica de la nieve. Convirtiéndose así  en la nieta del Papá Noel ruso, llamado el Abuelo del Frío (Ded Moroz). Ded Moroz no va sólo, siempre viaja acompañado de su nieta Snegúrochka.
Snegúrochka es en ruso el diminutivo de «nieve»: Nievecita.
Fuente: Wikipedia


domingo, 25 de noviembre de 2018

LA HISTORIA DE LLIVAN – MITO PÁEZ, COLOMBIA.



Cuentan los indios paeces que, hace mucho tiempo, los jóvenes expulsaron de la comunidad a los ancianos porque, según ellos, no hacían nada. Los viejos, sin más alternativa, se exiliaron en el lugar que les  indicaba Llivan, el único joven que se había opuesto a la expulsión de los ancianos. Llegaron a un valle, cerca de un hermoso  río, construyeron un bello poblado, en donde todos los viejitos trabajaron para construir su nueva comunidad ,con malocas (casas comunitarias) y chagras (granjas) para todos. Llivan era el encargado de cortar la madera, pescar y cultivar, haciéndolo como le recomendaban los viejos. Muy pronto se convirtió en un lugar sereno y próspero.

Mientras tanto, los problemas comenzaron en el pueblo de los jóvenes: todos querían ser gobernantes, nadie quería trabajar; se aburrían porque no había quien contara historias al anochecer ni quién organizara celebraciones ni fiestas y, cuando alguien enfermaba, moría sin remedio porque nadie conocía el secreto de las plantas curativas.

En el pueblo de los ancianos, Llivan estaba en edad de casarse. Entonces, pidió permiso para que le permitieran buscar una mujer en el pueblo de los jóvenes. Los ancianos no se opusieron y le advirtieron que tuviera mucho cuidado, pues los jóvenes lo consideraban un traidor. Llivan marchó una mañana sin prestar mucha atención a las palabras de los ancianos. Llegó al territorio de los jóvenes, quienes lo apresaron inmediatamente. Allí pudo darse cuenta de que cinco muchachos habían tomado el mando de la población y tenían como esclavos a todos los demás.

Esa noche, antes del sacrificio al que iba a ser sometido Llivan, los jefes hicieron una gran fiesta y, como ocurría todas las noches, se emborracharon con chicha. Llivan había sido atado en el centro de la aldea y permanecía vigilado por una bella indígena, que no hacía otra cosa que mirarlo.

—Ayúdame a escapar y te salvaré —le decía Llivan a su bella centinela.

Como ya todo el poblado estaba aburrido por el mandato de los tiranos, la bella muchacha soltó a Llivan y entre los dos convencieron a todo el pueblo para castigar a los cinco gobernantes. Los jóvenes entonces fueron a pedir perdón a los ancianos.

Cuando los tiranos se levantaron al día siguiente, no encontraron a nadie que los atendiera, tal como estaban acostumbrados. Descubrieron que sus cuerpos estaban desnudos y salieron furiosos a castigar a quienes les habían humillado, pero cuando miraron a su alrededor, todos los hombres y mujeres, viejos y jóvenes, los esperaban con una hoja de pringamosa (ortiga) en la mano. Llivan les ordenó que caminaran en medio de sus antiguos sirvientes y cada uno les castigó con la pringamosa. Desde entonces, todo volvió a la normalidad y los ancianos gobernaron como era la costumbre.

sábado, 24 de noviembre de 2018

EL BIGOTE DEL TIGRE – COREA DEL SUR




Un día, una joven llamada Yun fue a buscar a un sabio que vivía en una montaña para pedirle ayuda. El ermitaño sabía de conjuros y pociones mágicas. Cuando Yun entró en su casa, el ermitaño, sin levantar los ojos de la chimenea que estaba observando, dijo:

-¿Por qué has venido?

Yun respondió:
-Oh, Gran Sabio. Necesito tu ayuda, estoy desesperada. ¡Hazme una poción!. Maestro, -insistió Yun- si no me ayudas, estaré verdaderamente perdida.

-Bueno, ¿cuál es tu problema? -dijo el ermitaño

-Se trata de mi marido -comenzó Yun-. Desde que ha vuelto de la guerra se comporta de un modo extraño. Siempre está enfadado y ya casi no habla. A veces, cuando debería estar trabajando en el campo de arroz, lo veo sentado en la cima de la montaña, mirando hacia el mar.

-A veces, los hombres que han ido a la guerra se comportan así al volver-dijo el ermitaño.

-Por favor, quiero una poción para mi marido, para que se vuelva cariñoso y amable, como era antes.

-Muy bien, vuelve en tres días y te diré qué nos hará falta para esa poción.



Yun volvió tres días más tarde y el sabio ermitaño le dijo:
– Puedo hacer tu poción. Pero el ingrediente principal es el bigote de un tigre vivo. Tráeme su bigote y te daré lo que necesitas.

-¡El bigote de un tigre vivo! -exclamó Yun  -. ¿Cómo haré para conseguirlo?

-Si esa poción es tan importante para ti, tendrás éxito -dijo el ermitaño. Y apartó la cabeza, sin más deseos de hablar.
Yun se marchó a su casa. Pensó mucho en cómo conseguiría el bigote del tigre. Al fin se le ocurrió: una noche salió de su casa con un plato de arroz y salsa de carne en la mano y fue al lugar de la montaña donde sabía que vivía el tigre. Sin acercarse mucho a la cueva donde vivía, extendió el plato de comida, llamando al tigre para que viniera a comer, pero esa noche el tigre no apareció.



A la noche siguiente, Yun volvió a la montaña, esta vez un poco más cerca de la cueva. De nuevo ofreció al tigre un plato de comida. Así continuó todas las noches, acercándose cada vez más a la cueva, unos pasos más que la noche anterior. Poco a poco, el tigre se acostumbró a verla allí.  Una noche, Yun se acercó a pocos pasos de la cueva del tigre. Esta vez el animal dio unos pasos hacia ella y se detuvo. Los dos quedaron mirándose bajo la luna. Lo mismo ocurrió a la noche siguiente, y esta vez estaban tan cerca que Yun pudo hablar al tigre con una voz suave y tranquilizadora. La noche siguiente, después de mirar con cautela a los ojos de Yun, el tigre por fin comió los alimentos que ella le ofrecía. Después de eso, cuando Yun iba por las noches, encontraba al tigre esperándola en el camino.  Cuando el tigre había comido, Yun podía acariciarle suavemente la cabeza con la mano.



Casi seis meses habían pasado desde la noche de su primera visita. Al final, una noche, después de acariciar la cabeza del animal, Yun dijo:
-Oh, Tigre, animal generoso, necesito uno de tus bigotes. ¡No te enfades conmigo!- Y le arrancó uno de los bigotes.

El tigre no se enfadó, como ella temía. Yun bajó por el camino corriendo con el bigote del tigre en la mano. Muy contenta, subió a la montaña para ver al ermitaño.

– ¡Lo tengo! ¡Tengo el bigote del tigre! Ahora puedes hacer la poción que me prometiste para que mi marido vuelva a ser cariñoso y amable.
El ermitaño cogió el bigote y lo examinó. Satisfecho, pues realmente era de tigre, se inclinó hacia adelante y lo dejó caer en el fuego que ardía en su chimenea.
-¡Oh, señor! -gritó Yun, angustiada- ¡¿Qué has hecho con el bigote?!. ¿Por qué lo has tirado al fuego?
-Explícame cómo lo conseguiste -dijo el ermitaño.
-Bueno, cada noche iba a la montaña con un plato de comida. Después de mucho esperar, me fui ganando la confianza del tigre. Le trataba con cariño y tenía mucha paciencia. Finalmente me, me permitió coger unos pelos de su bigote.
Yun se puso a llorar, pensaba que todo su esfuerzo no había servido para nada. El ermitaño se acercó y le dijo:

-Ya no hace falta el bigote. Yun, déjame que te pregunte algo: ¿Es el hombre más feroz que un tigre? ¿Responde menos al cariño y a la comprensión?.  Si con cariño y paciencia puedes ganarte el amor y la confianza de un animal salvaje, sin duda puedes hacer lo mismo con un ser humano. No necesitas más magia de la que tú misma ya tienes.



viernes, 23 de noviembre de 2018

LOS HIJOS DE NUT – CUENTO EGIPCIO



Hace mucho tiempo, Ra, el señor de todos los dioses, reinaba sobre la Tierra como faraón. Vivía en un enorme palacio a orillas del Nilo y todos los habitantes de Egipto acudían a presentarle sus respetos. Los cortesanos no dudaban en complacerlo y él pasaba el tiempo cazando, jugando y celebrando fiestas. ¡Una vida realmente placentera y ausente de preocupaciones!

Pero un día llegó a palacio un cortesano que le contó una conversación que había oído: Thot, el dios de la sabiduría y la magia, le había dicho a la diosa Nut que algún día su hijo sería faraón de Egipto. Ra se puso furioso, nadie salvo él era digno de ser faraón:

-¡Cómo se atreve Thot a decir eso! ¡Ningún hijo de Nut me destronará!

Ra reflexionó largo tiempo, al cabo del cual lanzó la siguiente maldición:  “Ningún hijo de Nut nacerá en ningún día ni en ninguna noche de ningún año”.

La noticia pronto se extendió entre los dioses. Cuando Nut se enteró de la maldición se sintió muy apesadumbrada. Deseaba un hijo pero sabía que la magia de Ra era muy poderosa. ¿Cómo podría romper el maleficio? La única persona que podía ayudarla era Thot, el más sabio de todos los dioses, así que fue a verlo. Thot quería a Nut y, al verla llorar, decidió ayudarla.

-No puedo romper la maldición de Ra pero puedo evitarla -le dijo. Thot sabía que Jonsu, el dios de la Luna, era muy aficionado al juego, así que le retó a una partida de senet. Jonsu no pudo resistirse y cedió al desafío.

-¡Oh, Thot! -exclamó-. ¡Tal vez seas el dios más sabio pero yo soy el mejor jugador de senet! No he perdido ninguna partida. Jugaré contigo y te derrotaré.

Los dos se sentaron a jugar. Thot comenzó ganando todas las partidas.

-Has tenido suerte, Thot -dijo Jonsu-. Apuesto una hora de mi luz a que te gano la siguiente partida.

¡Pero también perdió! Thot continuó ganando y Jonsu siguió apostando su luz hasta que Thot hubo conseguido una luz equivalente a la de cinco días. Entonces Thot se puso en pie, dio las gracias a Jonsu y se fue llevándose la luz consigo.  En aquella época, un año tenía 12 meses de 30 días cada uno, lo que sumaba un total de 360 días. Thot colocó la luz de cinco días extra entre el final de ese año y el comienzo del siguiente. Nut se sintió feliz cuando Thot le contó lo que había hecho. Como los cinco días no pertenecían a ningún año, sus hijos podrían nacer en esos días sin romper el maleficio de Ra.

El primer día Nut dio a luz a Osiris, que sería faraón después de Ra; el segundo día, a Harmachis, que está inmortalizado en la Esfinge; el tercer día, a Seth, que más tarde mataría a Osiris y se convertiría en faraón; el cuarto día, a Isis, que sería la esposa de Osiris; y el quinto día, a Neftis, que sería la esposa de Seth.

En cuanto a Jonsu, el dios Luna, quedó tan debilitado tras la partida que ya no pudo brillar con fuerza todo el tiempo. Aún hoy, la Luna sólo brilla toda entera durante unos cuantos días del mes y ha de pasar el resto del tiempo recobrando fuerzas.

jueves, 22 de noviembre de 2018

EL TAJ MAHAL NEGRO – LEYENDA INDIA



El Taj Mahal es la más bella construcción realizada por amor. Fue construido por el emperador mogol Sha Janan. Su esposa predilecta, Mumtaz Mahal, de extraordinaria y celebrada belleza, dio al emperador catorce hijos pero falleció en el último parto. Sha Janan, sumido en la más pura desolación, inició la construcción del Taj como ofrenda póstuma para su amada, de la que estaba profundamente enamorado.

Los mejores constructores, los mejores obreros, las mejores joyas, las mejores piedras,… todo era poco para el lugar de reposo de su amada, incluso se desvió el río Yamuna para que el Taj Mahal pudiera reflejarse en sus aguas. Y allí, tras dos décadas de construcción, fue enterrada Mumtaz Mahal.

A poco de terminar la obra Sha Jahan cayó enfermo y fue destronado por su hijo Aurangzeb, quien le permitió seguir con vida en arresto domiciliario que cumplió en el cercano Fuerte Rojo de Agra.  Se dice que pasó el resto de sus días mirando por la ventana el Taj Mahal. En su lecho de muerte ordenó poner un espejo para poder mirarlo mientras se apagaba su vida. Después de su muerte, Aurangzeb lo sepultó en el mausoleo al lado de su esposa, generando la única ruptura de la perfecta simetría del conjunto.

Una vieja tradición popular sostiene que el emperador Shah Jahan quería construir su propio mausoleo en la ribera opuesta del río Yamuna, a imagen y semejanza del de su esposa pero reemplazando el mármol blanco por negro, para después unir ambos mediante un puente de oro.

Unos dicen que este Taj negro se construyó y después fue destruido, otros cuentan que jamás existió ya que el emperador murió antes de ver su sueño cumplido. Los arqueólogos han denominado a este segundo Taj, como el “Mahtab Bagh” o “Jardín de la luz de luna”.

Sea como fuere, frente al Taj Mahal , al otro lado del río Yamuna, se puede pasear por unos jardines gemelos a los del mausoleo de Mumtaz Mahal en los cuales hay un estanque, ahora vacío. En las noches de luna llena, cuando esta se posaba sobre el espléndido edificio, se proyectaba una sombra en el agua: el perfecto reflejo del Taj Mahal en color negro.

miércoles, 21 de noviembre de 2018

LA LEYENDA DE LAS CINCO ÁGUILAS BLANCAS – MÉRIDA, VENEZUELA



Pico Bolívar nevado, Mérida (Venezuela)

Cinco águilas blancas volaban un día por el azul del firmamento; cinco águilas blancas enormes, cuyos cuerpos resplandecientes producían sombras errantes sobre los cerros y montañas.

¿Venían del Norte? ¿Venían del Sur? La tradición indígena sólo dice que las cinco águilas blancas vinieron del cielo estrellado en una época muy remota.

Eran aquellos días de Caribay, genio de los bosques aromáticos, primera mujer entre los indios Mirripuyes, habitantes de Ande empinado. Era la hija del ardiente Zuhé y la pálida Chía. Caribay imitaba el canto de los pájaros, corría ligera sobre el césped como el agua cristalina, y jugaba como el viento con las flores y los árboles.

Caribay vio volar por el cielo cinco enormes águilas blancas, cuyas plumas brillaban a la luz del sol como láminas de plata, y quiso adornar su coraza con tan raro y espléndido plumaje. Corrió son descanso tras las sombras errantes que las aves dibujaban en el suelo; salvó los profundos valles; subió a un monte y otro monte; llegó, al fin, fatigada a la cumbre solitaria de las montañas andinas. Las pampas, lejanas e inmensas, se divisaban por un lado; y por el otro, una escala ciclópea, jaspeaba de gris y esmeralda, la escala que formaban los montes, iba por onda azul del Coquivacoa.

Las águilas blancas se levantaron, perpendicularmente sobre aquella altura hasta perderse en el espacio. No se dibujaron más sus sombras sobre la tierra.

Entonces Caribay pasó de un risco a otro por las escarpadas sierras, regando el suelo con sus lagrimas. Invoco a Zuhé, el astro rey, y el viento se llevó sus voces. Las águilas se habían perdido en el horizonte y el sol se hundía ya en el Ocaso.

Aterida de frío, volvió sus ojos al Oriente, e invocó a Chía, la pálida luna; y al punto se detuvo el viento para hacer silencio. Brillaron las estrellas, y un vago resplandor en forma de semicírculo se dibujó en el horizonte.

Caribay rompió el augusto silencio de los páramos con un grito de admiración. La luna había aparecido y en torno a ella volaban las cinco águilas blancas refulgentes y fantásticas. Y en tanto que las águilas descendían majestuosamente, Caribay, genio de los bosques aromáticos, la india mitológica de los Andes, moduló dulcemente sobre la altura su selvático cantar.

Las misteriosas aves revolotearon por encima de las crestas desnudas de la cordillera y se sentaron cada una sobre un risco, clavando sus garras en la roca viva; y se quedaron inmóviles, silenciosas, con las cabezas vueltas hacia el Norte, extendidas las gigantescas alas en actitud de remontarse nuevamente al firmamento azul.

Caribay quería adornar su coroza con aquel plumaje raro y espléndido, y corrió hacia ellas para arrancarles las codiciadas plumas. Pero un frío glacial entumeció sus manos: las águilas estaban petrificadas, convertidas en cinco masas enormes de hielo.

Caribay dio un grito de espanto y huyó despavorida. Las águilas blancas eran un misterio pero no un misterio pavoroso. La luna oscureció de pronto, golpeó el huracán con siniestro ruido los desnudos peñascos y las águilas blancas se despertaron. Se erizaron furiosas y, a medida que sacudían sus monstruosas alas, el suelo se cubrió de copos de nieve y toda la montaña se engalanó con su plumaje blanco.

Este es el origen legendario de las Sierras Nevadas de Mérida.  Las cinco águilas blancas de las tradición indígena son los cinco elevados riscos siempre cubiertos de nieve, las grandes y tempestuosas nevadas son el furioso despertar de las águilas, y el silbido del viento en los páramos es el remedo del canto triste y monótono de Caribay y el mito hermoso de los Andes de Venezuela.

martes, 20 de noviembre de 2018

EL HOMBRE INSENSATO – ARMENIA (ՀԱՅԱՍՏԱՆ)



Monasterio de Khor Virap (s. VII d. C.), levantado a la sombra del monte Ararat (Armenia). MrAndrew47 [CC-BY-SA-3.0], via Wikimedia Commons


Había una vez un hombre muy pobre. Trabajaba día y noche pero seguía siendo igual de pobre. Un día, con las esperanzas perdidas, pensó en ir en busca de Dios para preguntarle que hasta cuándo iba a seguir con esa pobreza. Iba caminando, sin rumbo, sin norte, y de repente se encontró con un lobo.
– Buenos días, humano, ¿a dónde vas por estos caminos? – le preguntó el lobo.

– Me voy en busca de Dios – le dijo el hombre – Tengo que contarle mis penas.

– Pues si le encuentras, dile que hay un lobo con mucha hambre, que día y noche busca por montes y bosques pero no encuentra nada para comer. ¿Hasta cuándo voy a andar con hambre? Si me ha creado, pues que me dé algo de comer.

– ¡Se lo diré sin falta! – Le dijo el hombre y siguió su camino.

Anduvo por caminos difíciles y llegó a una casita de bosque. Había una chica preciosa sentada en la puerta.

– ¿A dónde vas, viajero? –  preguntó la chica.

– Me voy en busca de Dios –  contestó el hombre.

– Si le ves, cuéntale sobre mí. Dile que hay una chica joven, con mucha salud, muy rica… pero le falta la felicidad, siempre está triste. ¿Qué es lo que tengo que hacer?

– Se lo contaré – le prometió el hombre y se fue.

Pasó por campos y ríos hasta llegar a un árbol que había crecido a la orilla del río pero tenía las ramas secas.

– ¿A dónde vas, caminante? – le preguntó el árbol.

– Me voy a buscar a Dios.

– Espera un poco, quiero pedirte un favor. Dile a Dios que he crecido en la orilla del río pero durante todo el año estoy seco y desesperado.  ¿Cuándo me crecerán las hojas verdes?

Siguió el hombre su camino y pasó por tierras difíciles. Debajo de una montaña, la espalda apoyada en una enorme roca, estaba Dios.

– Bienvenido seas, hijo. ¿Qué te ha traído hasta aquí? – le pregunto Dios al pobre.

– He venido para decirte que tienes que ser más justo, que a todos les tienes que mirar con los mismos ojos, no dar a unos más y a otros menos.

– Te he escuchado y te doy la suerte. A partir de ahora te harás rico, ve y disfrútalo. – dijo Dios

– Espera. Tengo más cosas que contarte. – El pobre le contó a Dios sobre el lobo hambriento, la chica triste y el árbol seco. Dios le dio respuesta sobre cada uno. El pobre le dio las gracias y se alejó.

Por el camino de vuelta encontró al árbol.

– ¿Te dijo Dios algo sobre mí? – pregunto el árbol seco.

– Me dijo Dios que debajo de ti hay un saco de oro. Hasta que no encuentres a alguien para que  saque ese oro y tus raíces se extiendan en las profundidades de la tierra, nunca serás verde.

– ¡No te vayas pues! – dijo el árbol.-  Ven, saca el oro. ¡Tú te enriquecerás y yo por fin tendré hojas verdes!

– Lo siento pero no puedo – le respondió el pobre – Dios me ha dado suerte, necesito llegar cuanto antes a casa para poder disfrutar mi vida.

Y se fue corriendo, hasta llegar donde la chica bonita.

– ¿Tienes alguna respuesta para mí? –  preguntó la joven.

– Me dijo Dios que tienes todo pero sigues estando triste porque te falta el amor. Tienes que encontrar a un hombre que te quiera y te acompañe en la vida. Entonces ya no estarás triste. Vivirás feliz para siempre.

– ¡Pues quédate conmigo! Así seremos felices y no nos faltará de nada – exclamó la chica.

– No puedo, lo siento, no tengo tiempo para acompañarte. Dios me ha dado suerte, tengo que ir a encontrar esa suerte y disfrutar – dijo el pobre y se marchó.

Le cortó el camino el lobo hambriento.

– ¿Que te dijo Dios? – le preguntó el lobo.

– Después de ti, me encontré a una chica bonita y un árbol seco. La chica me pidió que le preguntara a Dios porqué estaba triste, siendo ella joven, con salud y rica. Y el árbol me pidió preguntarle a Dios que porqué, habiendo crecido a las orillas del río, estaba seco y sin vida. Dios me dijo que el árbol tenía un saco de oro enterrado debajo de su tronco y tenía que encontrar a alguien que lo sacase. Para la chica me dijo que tenía que encontrar el amor. El árbol me pidió que le sacara el oro para que sus raíces crecieran en profundidad y la chica me pidió acompañarla en el amor. Les dije que no puedo, que Dios me ha dado la suerte y tengo que ir a encontrarla y disfrutar.

– ¿Y qué noticias traes para mí entonces? – le pregunto el lobo.

– Me dijo que andarás hambriento todo el tiempo hasta que encuentres a un hombre insensato y te lo comas. Entonces ya no tendrás más hambre.

– ¡Pues más insensato que tú, no voy a encontrar a nadie! – dijo el lobo y se comió al pobre insensato.

lunes, 19 de noviembre de 2018

EL HOMBRE DELFÍN – REGIÓN DE ORINOQUÍA, COLOMBIA



Hace tantas lunas como estrellas hay en el cielo, vivía a orillas de un caudaloso río un cacique con su mujer y su hermosa hija. La joven era alegre y habladora, y muy querida por todos en la tribu.

Un luminoso día de junio, el cacique decidió organizar una gran fiesta para celebrar el cumpleaños de su hija. De los lugares más apartados trajo a los mejores cocineros para preparar manjares suculentos e hizo fabricar exquisitos licores para que no faltara ese día la alegría. Envió también a sus mensajeros a conseguir los más hermosos regalos para su hija: vestidos, joyas y suntuosos objetos fueron llevados al pueblo.

Por fin llegó el esperado día. Durante la fiesta, los invitados bailaban y celebraban alegres el cumpleaños de la hija del cacique. Cuando se hizo de noche, llegó al caserío un hombre que nadie conocía, vestía túnica blanca y sombrero, y era muy apuesto. Los hospitalarios habitantes decidieron acogerlo en la fiesta y preguntarle al día siguiente de dónde venía y hacia dónde iba.

Al ver al desconocido, la hija del cacique quedó fascinada. El hombre se acercó a la joven y, sin mediar palabra, la tomó de la mano y la llevó a bailar.

Y cuando el amanecer empezaba a despuntar, el hombre le dijo adiós y partió sin explicación alguna. Como era de suponer, todos en el caserío quisieron saber del misterioso hombre. La gente de la tribu le preguntaba a la joven quién era el visitante pero ella solo sabía que estaba perdidamente enamorada de él. Pasaron los días y la joven parecía bajo la influencia de un hechizo: no comía, no reía, no salía a bañarse al río, se había vuelto taciturna y malhumorada. La atormentaba una terrible tristeza y la gente, queriendo ayudarla, le preguntaba por el hombre para ir sacarla del letargo.

Un buen día, ya cansada de la curiosidad de todos, la joven dijo:
—Tiene un orificio en la cabeza, debajo del sombrero. Es un delfín.

Pocos meses después, la amada hija del cacique murió de tristeza. La tribu decidió entonces hacer una fiesta cada año para recordarla. Y desde aquel tiempo, todos los meses de junio, cuando aparece por allí algún visitante con sombrero, la tribu le pide que se lo quite para verificar que no sea el hombre delfín que roba el corazón de las jóvenes.

domingo, 18 de noviembre de 2018

LA LEYENDA DE LOS OCHO SOLES – LAOS



Hace mucho tiempo, la tierra estaba iluminada por ocho soles. La radiante luz deslumbraba a los hombres y el inmenso calor secaba la tierra.

Un día los hombres decidieron que ocho soles eran demasiados para iluminar la tierra y que con uno sólo bastaría.

– ¡Vamos a lanzar flechas a siete soles! ¡Les daremos miedo y ellos solos se apagarán! – pactaron los hombres

Fueron a buscar a un buen arquero, el que mejor puntería tenía. Al disparar sus flechas, los soles se asustarían y se apagarían. Al disparar la primera flecha, un sol se apagó. Disparó una segunda y otro desapareció. Y así fue hasta llegar a la séptima flecha, que hizo que se apagara el séptimo sol pero también el octavo y último.

Entonces la oscuridad reinó en la tierra, la tierra era sombría y fría y los hombres desgraciados. Necesitaban la luz del sol para vivir.

– Tenemos que hacer volver al último sol – se lamentaban las mujeres

– Tiene miedo de nosotros – respondían los hombres

– En ese caso- contestaron las mujeres- Pediremos a los animales que nos ayuden a hacer volver al sol.

Hicieron venir a una vaca, que mugió y mugió pero el sol no vino. Llamaron entonces a un tigre, que estuvo rugiendo mucho rato. Los hombres y las mujeres temblaban de miedo y seguramente el sol también tuvo miedo porque no apareció.

Hicieron venir a un búho, que ululó toda la noche, pero el sol tampoco apareció. Sí que lo hizo, en cambio, una luna blanca que iluminó la tierra.

Entonces los hombres y las mujeres llamaron al gallo. Se puso a cantar tan fuerte que su cresta se enrojeció. Pero siguió cantando y cantando con todas sus fuerzas.

Entonces, tímidamente, una luz amarilla y cálida apareció sobre la tierra. Era un sol que despuntaba sobre la línea del horizonte. Poco a poco, mientras el gallo seguía cantando, el sol se iba alzando en el cielo e iluminaba las caras de todos aquellos que lo esperaban.

Y desde ese momento cada mañana el gallo llama al sol para que ilumine la tierra.

sábado, 17 de noviembre de 2018

EL NIÑO ASTUTO- CUENTO DE IRÁN




Un pastor iba de camino al mercado para vender el trigo que había recogido de su cosecha. Como los sacos de trigo pesaban tanto, el hombre cogió su burro para cargarlos, pero era un animal muy lento, ya que estaba cojo de la pata derecha y era ciego del ojo izquierdo porqué unos niños le habían tirado una piedra.

El burro andaba muy lento y antes de llegar a la ciudad, el hombre decidió descansar un momento. Dejó el burro atado en un árbol y se tumbó en la sombra para dormir un rato.

Cuando se despertó, su burro había desaparecido, con toda la carga que el hombre tenía que vender.

Desesperado salió al camino y se encontró con un niño.

– Has visto pasar un burro por aquí – preguntó el hombre.

– ¿Era un burro cojo de la pata derecha y ciego del ojo izquierdo que cargaba con un saco de trigo? – dijo el niño.

– Sí, sí – contestó el hombre desesperado – ¿dónde lo has visto?

– Ah no, no lo he visto – le aclaró el niño.

– ¿Y si no lo has visto cómo es que saber cómo era?- dijo el viejo muy enfadado- ahora mismo vendrás conmigo a la policía y les contarás dónde está mi burro!

El hombre cogió al niño y lo llevó cogido del brazo hasta la policía. Allí, los guardas le preguntaron si sabía dónde estaba el animal, y el chico volvió a decir que no.

– ¿Cómo puede ser que sepas cómo es sin verlo? – preguntó un guarda.

– Pues porqué he visto su rastro – respondió el niño – he visto unas huellas dónde la pisada de la pata derecha era menos profunda y marcada que la de la izquierda. Por eso pensé que quizá era cojo de la pata derecha. También vi que alguien había comido el césped del lado derecho del camino pero que el del izquierdo estaba intacto, por eso deduje que estaba ciego del ojo izquierdo. Finalmente, vi granos de trigo por el camino y por eso supe que llevaba trigo.

Los guardas se quedaron boquiabiertos al ver a un chico tan inteligente y le pidieron disculpas por haber desconfiado de él. El hombre también tuvo que pedirle disculpas y además le pidió:

– ¿Cómo eres tan inteligente podrías ayudarme a buscar mi burro?

– ¡Claro que sí! – contestó el chico. Y se fue con él a la ciudad para ayudarlo.


viernes, 16 de noviembre de 2018

LA LEYENDA DEL MONTE SAINT-MICHEL – FRANCIA



Mientras estaba allí extasiado, un campesino de la Baja Normandía se me acercó para contarme la historia de la gran disputa entre San Miguel y el diablo.

Un escéptico genial dijo: «Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza, pero el hombre le ha pagado con la misma moneda». Es una frase de una eterna verdad y sería muy interesante escribir, para cada continente, la historia de las divinidades locales y, para cada una de nuestras provincias, la de sus santos patronos. El negro tiene ídolos feroces, devoradores de hombres; el musulmán polígamo llena de mujeres su paraíso; los griegos, gente práctica, habían divinizado todas las pasiones. Cada pueblo de Francia está puesto bajo la advocación de un santo patrón, modelado a imagen y semejanza de sus habitantes. San Miguel vela por la Baja Normandía, San Miguel, el ángel radiante y victorioso, que empuña la espada flamígera, el héroe del cielo, el triunfador, el dominador de Satán.

Pero he aquí como el habitante de la Baja Normandía, astuto, cauteloso, burlón y trapacero, entiende y cuenta la lucha del gran santo contra el diablo.

Para ponerse al abrigo de las maldades de su vecino, el demonio, San Miguel había construido con sus propias manos, en pleno océano, aquella morada digna de un arcángel; de hecho, sólo un santo como él podía hacerse semejante residencia. Pero, como seguía temiendo las asechanzas del maligno, rodeó su propiedad de arenas movedizas más pérfidas que el mismo mar. 

El diablo vivía en una humilde choza, en la costa; pero poseía las praderas bañadas por el agua salada, las bonitas tierras feraces donde se dan las fértiles cosechas, los valles ricos y las fecundas laderas de toda la región; mientras que el santo sólo reinaba sobre las arenas. De manera que Satanás era rico y San Miguel pobre como un desarrapado.

Tras algunos años de ayuno, el santo, cansado de aquella situación, pensó en llegar a un acuerdo con el diablo; pero la cosa no se presentaba nada fácil, pues Satanás estimaba en mucho sus cosechas. Reflexionó, pues, durante seis meses; luego, una mañana, se encaminó hacia tierra. Estaba el demonio tomando las sopas delante de su puerta cuando vio al santo; corrió enseguida a su encuentro, besó su bocamanga, le hizo entrar y le invitó a tomar algo fresco. Tras haberse tomado un cuenco de leche, San Miguel tomó la palabra:

– He venido para proponerte un buen negocio.

El diablo, cándido y sin desconfianza, respondió:

– Eso me interesa.

– Se trata de lo siguiente. Me cederás todas tus tierras.

Satanás, inquieto, quiso hablar.

– Pero…

El santo prosiguió:

– Primero escucha. Me cederás todas tus tierras. Yo me encargaré de su mantenimiento, del trabajo, de la labranza, de la siembra, de abonar, en fin, de todo, y nos repartiremos la cosecha a medias. ¿Qué te parece?

El diablo, de natural perezoso, aceptó.

Sólo pidió aparte algunos de los deliciosos salmonetes que se pescan alrededor del solitario monte. San Miguel se los prometió. Se dieron la mano, escupieron a un lado en señal de que el negocio estaba sellado y el santo añadió:

– Escucha, no quiero que tengas quejas de mí. Elige lo que prefieras: la parte de la cosecha que se dé sobre la tierra o la parte que se dé bajo tierra.

Satanás exclamó:

– Elijo la que se dé sobre la tierra.

– De acuerdo -dijo el santo. Y se fue.

Cuando llegó la primavera siguiente, en la inmensa propiedad del diablo no se veían más que zanahorias, nabos, cebollas, achicorias, todas las plantas cuyas raíces grasas son buenas y sabrosas, y cuyas inútiles hojas sirven a lo sumo como forraje para los animales.

Satanás no recibió nada y quiso romper el trato, acusando a San Miguel de «malicia».

Pero el santo le había tomado gusto al cultivo de la tierra; volvió para ver al diablo:

– Te aseguro que no fue algo premeditado; la cosa salió así y yo no tengo ninguna culpa. Pero, para resarcirte, este año te propongo que te quedes con todo lo que se produzca bajo tierra.

– Me interesa -dijo Satanás.

A la primavera siguiente, toda la extensión de tierras del Espíritu del Mal estaba cubierta de frondosos trigales, de avena de unos granos gruesos como campánulas, de lino, de una magnífica colza, de rojos tréboles, de guisantes, de coles, de alcachofas, de todo lo que, grano o fruto, madura al sol. Tampoco esta vez Satanás recibió nada y se puso hecho una furia. Recuperó prados y campos y no escuchó ninguna otra oferta de su vecino.




Pasó un año entero. Desde lo alto de su solitaria mansión San Miguel contemplaba la tierra lejana y fecunda y veía al diablo dirigir las labores, recolectar las cosechas, trillar el trigo. Estaba rabioso, exasperándose de impotencia. Al no poder volver a engatusar a Satanás, decidió vengarse y fue a invitarle para el lunes siguiente.

– No has tenido suerte en los negocios conmigo -le dijo-, lo sé; pero no quiero que me guardes rencor y te pido que vengas a comer conmigo. Te prepararé cosas buenas.

Satanás, tan comilón como perezoso, aceptó al punto. El mencionado día se puso sus mejores galas y emprendió camino hacia el Monte. San Miguel le hizo sentarse a una magnífica mesa. De entrante le sirvió un vol-au-vent de crestas y menudillos de gallo, con albondiguillas de carne de longaniza, luego dos grandes salmonetes a la crema, a continuación un pavo blanco relleno de castañas confitadas en vino, al que siguió una pierna de cordero cebado, tierno como un pastel; luego unas legumbres que se fundían en la boca y una buena torta recién salida del horno, que humeaba difundiendo un aroma a mantequilla. Bebieron sidra pura, espumosa y dulzona, y vino tinto y espiritoso, y, tras cada plato, se tomaban una copita de un aguardiente añejo de manzanas.

El diablo bebió y comió como una lima, tanto y tan bien que se le aflojaron los esfínteres. Entonces San Miguel, alzándose con su físico imponente, exclamó con voz tonante:

– ¡En mi presencia! ¡En mi presencia, canalla! Te atreves…, en mi presencia…

Satanás, espantado, salió huyendo, y el santo, tras coger un garrote, le persiguió.



Corrían por las salas de la planta baja, dando vueltas alrededor de las pilastras, subiendo escaleras aéreas, galopando por las cornisas, saltando de gárgola en gárgola. El pobre demonio, que se sentía morir, huía, ensuciando la morada del santo. Hasta que finalmente se encontró en la última terraza, en lo más alto de todo, desde donde se divisa la inmensa bahía con sus poblaciones lejanas, sus arenas y sus pastos. No tenía ya escapatoria; el santo le propinó un fuerte puntapié en las posaderas, lanzándole como una bala a través del espacio.

Voló por los aires como una jabalina y fue a caer pesadamente delante de la ciudad de Mortain. Los cuernos de su frente y las garras de sus miembros penetraron profundamente en la roca, que conserva para la eternidad las huellas de la caída de Satanás. Se levantó cojeando, lisiado hasta la consumación de los siglos; y, mirando de lejos el Monte fatal, recto como una aguja en la luz del ocaso, comprendió que siempre sería vencido en aquella lucha desigual, y se fue arrastrando la pierna, dirigiéndose hacia países lejanos y dejando a su enemigo sus campos, sus laderas, sus valles y sus prados.

He aquí de qué manera San Miguel, patrono de Normandía, derrotó al demonio. 

Otro pueblo habría imaginado de otro modo esta lucha.”




jueves, 15 de noviembre de 2018

LO MÁS ÚTIL DE ESTE MUNDO – ARMENIA (ՀԱՅԱՍՏԱՆ)



Había una vez un rey muy sabio y justo. Este rey tenía tres hijos varones.  Cuando el rey se hizo viejo, decidió dejar la corona a aquel de entre sus tres herederos que realmente tuviera capacidad para gestionar un reino. Así que un día el rey llamó a sus tres hijos y les dijo:

– Queridos hijos, veis que vuestro padre ya es viejo y no tiene fuerzas para seguir gobernando. Yo hubiera dejado mi trono hace mucho si hubiera visto realizado un deseo que durante años ha alimentado mi alma. Si uno de vosotros puede cumplir ese deseo, recibirá esta corona para gobernar el país.

– ¡Larga vida a nuestro padre! Su noble voluntad es sagrada para nosotros. ¿Qué deseo es ese que, hasta hoy, no ha podido resolver su mente sabia?

– ¿Veis ese grande y voluminoso armario que construí hace ya tanto tiempo?. Mi deseo era de llenarlo con lo más útil de este mundo, con algo que pudiera hacer afortunado y feliz a mi país. De entre los tres, el que sea tan inteligente que pueda llenarlo hasta arriba y hasta el último rincón con ello, merecerá mi trono. Coged todo el oro que queráis y caminad por este y otros reinos hasta encontrar lo más útil del mundo. Os doy tres cuarentenas de tiempo.

Los hijos besaron la mano del rey y salieron de viaje. Cada uno por su lado, pasaron por ciudades, por países, conocieron otros mundos, otras culturas, otras costumbres. Justo en tiempo regresaron y se pusieron delante del rey.

-Bienvenidos sean mis valientes. ¿Me habéis traído lo que os pedí?

– Sí, lo hemos encontrado querido padre – contestaron los hijos.

El rey se levantó y acompaño a sus hijos hacia la puerta del armario. Allí les esperaban los funcionarios reales y una multitud de gente. El rey abrió la puerta del armario y llamó al hijo mayor.

– Querido hijo,  ¿qué consideras la cosa más útil del mundo?

El hijo mayor saco del bolsillo un puñado de trigo y dijo:

– Lo llenaré de pan, querido padre. En el mundo no hay nada más importante que el pan. ¿Quién puede vivir sin ello? Pasé por muchos lugares y no vi cosa más necesaria que el pan.

Entonces el rey llamo al hijo mediano y repitió su pregunta.

– Querido hijo, ¿qué es lo que has traído tú?

El hijo mediano sacó de su bolsillo un puñado de tierra y le contestó:

– Lo llenaré de tierra, querido padre. No hay nada más importante que la tierra en este mundo. Sin la tierra no hay trigo para hacer pan. Pasé por varios países pero no vi nada más importante que la tierra.

El rey llamó por último al hijo menor. Este se acercó con pasos seguros, se puso en la puerta del armario y sacó de su bolsillo una vela que encendió. Nadie entendía nada.

– Cuéntame, querido hijo, ¿qué me traes tú? – preguntó impacientemente el rey.

– Lo llenaré de luz, querido padre, solamente de luz. Caminé por el mundo y no vi nada más valioso. Sin luz, de la tierra no saldrá el trigo. Sin luz, en la tierra no habría vida. Descubrí muchas culturas, muchas tradiciones, y me di cuenta de que lo más valioso en esta vida es la luz de la sabiduría y sólo con ello se puede gobernar el mundo.

– ¡Viva! – exclamó el rey con alegría. – Tú mereces tener este trono y el cetro, para que llenes con la luz de la sabiduría nuestro reino y el alma de nuestra gente.

– ¡Larga vida a nuestro rey joven! – exclamaron los funcionarios reales y todo el país.

miércoles, 14 de noviembre de 2018

LA LEYENDA DEL REY DE LOS CHANCHOS – COSTA RICA



Entre los animales, los chanchos (cerdos) tenían un rey. Este se parecía a un hombre muy blanco y apuesto que andaba por los montes con un bordón de oro en la mano. Vivía en un palacio encantado en los altos de una misteriosa montaña llamada Sankrá-ua y en su puerta tenía como guarda a un aterrador felino.  Al rey de los chanchos no le gustaba que atacaran a sus súbditos por puro divertimento o que en la caza los humanos no los mataran de una forma rápida y sin dolor.

Una vez hubo en Boruca un cazador que tenía fama de ser mal arquero y siempre hería a los animales sin acabar con ellos.  Un día este cazador se fue al monte y allí se encontró a una gran manada de chanchos. Corrió y corrió sin poder alcanzarlos con sus flechas durante largo tiempo hasta perderse. Sin saber dónde estaba, siguió andando hasta que de repente se encontró con el rey de los chanchos (sini-súj-kra). Este, enfadado, le dijo: “¿Por qué dañas a mis súbditos? ¡No volverás a tu hogar hasta que no cures a todos!”

El cazador paso allí mucho tiempo intentando curar a los chanchos ya que éstos no se dejaban hacer sino que se revolvían y le mordían. Pasó meses y sufrió mil penalidades en el palacio del rey de los chanchos hasta que, por fin, se ganó la confianza de los cerdos, que se amansaron y acabaron siguiéndole a todos lados como si de un pastor se tratase.

Cuando no había más chanchos que curar, el rey de los chanchos se apiadó del cazador y le permitió volver con los suyos siempre y cuando sólo matara a los chanchos cuando necesitara comer y no volviera a herir a un animal sin darle una muerte digna.

De vuelta a su hogar, el cazador anduvo largo rato por los montes hasta que dio con algunos de sus compañeros que precisamente estaban cazando chanchos.  Los animales reconocieron a su curandero y se acercaban mansamente a él.  Los demás hombres se sorprendieron y vieron con esto facilitadas las tareas de la caza pero, como les indicó el cazador que había sido perdonado por el rey de los chanchos, sólo cuando necesitaran alimentarse y sin herir innecesariamente a los animales.

martes, 13 de noviembre de 2018

CADA COSA A SU TIEMPO – CUENTO TIBETANO




En un olvidado pueblo del Tíbet vivía una viejecita a la que le gustaba cenar huevos. Todos los días recorría un largo camino para ir al mercado más cercano a por el preciado manjar. Pero como era muy vieja cada vez le costaba más el viaje así es que ahorró y se compró una gallina.

Nunca había comprendido muy bien a este plumífero animal porque era muy ignorante. Pronto comenzó la gallina a poner un huevo diario y la viejecita estaba tan contenta que decidió invitar a sus amigos a cenar en Nochevieja. Esa mañana fue al corral y la gallina había puesto su huevo de costumbre pero como la vieja necesitaba más, le pidió a la gallina que los pusiera en ese mismo momento.

Pero la gallina, que nada entendía, siguió a lo suyo hasta que la vieja la agarró por el gaznate y la rajó en canal. Pero ningún huevo encontró dentro del animal y la gallina murió desangrada. Sus invitados se extrañaron al ver gallina en pepitoria en su plato y no huevos, sabiendo lo que le gustaban a su anfitriona. La vieja no tuvo más remedio que contarles la desgracia que le había ocurrido. Todos se rieron de su ignorancia y le aconsejaron que más le valía aprender a criar gallinas que volver a tener que comprar un huevo diario.

La viejecita perdió todo por no tener paciencia ni conocimientos y se puso muy triste. Pero luego pensó que nunca es tarde para empezar y acabó haciéndose toda una experta en la cría de estas aves.

lunes, 12 de noviembre de 2018

LA PIEL DEL COCODRILO – NAMIBIA




En algunas aldeas de Namibia cuentan que hace mucho, mucho tiempo, el cocodrilo tenía la piel lisa y dorada como si fuera de oro. Dicen que se pasaba todo el día debajo del agua, en las aguas embarradas, y que sólo salía de ellas durante la noche para que la luna se reflejara en su brillante y lisa piel. Todos los otros animales iban a esas horas a beber agua y se quedaban fascinados contemplando la hermosa piel dorada del cocodrilo.

El cocodrilo, orgulloso de la admiración que causaba, empezó a salir del agua durante el día para presumir de su piel. Entonces, los demás animales no sólo iban a beber agua por la noche sino que se acercaban también cuando brillaba el sol para contemplar la piel dorada del cocodrilo.

Pero sucedió que el sol brillante poco a poco fue secando la piel del cocodrilo y cada día se iba poniendo más fea. Al ver este cambio en su piel, los otros animales iban perdiendo su admiración. Cada día, el cocodrilo tenía su piel más cuarteada hasta que se le quedo como ahora la tiene, cubierta de grandes y duras escamas parduzcas. Finalmente, ante esta transformación, los otros animales no volvieron a beber durante el día y contemplar la otrora hermosa piel dorada del cocodrilo.

El cocodrilo, antes tan orgulloso de su piel dorada, nunca se recuperó de la vergüenza y humillación. Desde entonces, cuando otros animales se le acercan, se sumerge rápidamente en el agua con sólo sus ojos y orificios nasales sobre la superficie del agua.

domingo, 11 de noviembre de 2018

ANTAÑAVO, EL LAGO SAGRADO – MADAGASCAR


En el País Antankarana, en el norte de Madagascar, se encuentra el lago Antañavo.



Cuenta el pueblo Antankarana que hace mucho tiempo, donde hoy está el lago Antañavo, existía un gran poblado que contaba con grandes manadas de vacas y con campos de cultivos. En este pueblo vivían un hombre y una mujer quienes tenían un niño de unos seis meses de edad. Una noche, el niño empezó a llorar, sin que la madre supiera qué hacer para calmarlo. A pesar de las caricias de la madre, de mecerle en sus brazos, de intentar darle de mamar, el niño no cesaba de llorar y gritar.

Entonces, la madre cogió al bebé en brazos y fue a pasear con él a las afueras del pueblo, sentándose bajo el gran tamarindo Ambodilôna. La madre pensaba que la brisa y el frescor de la noche calmarían al niño. En cuanto ella se sentó, el niño se calló y se quedó dormido. Entonces, volvió a casa sin hacer ruido pero, nada más entrar, el niño se despertó y comenzó de nuevo a llorar y gritar.

La madre salió de nuevo y volvió a sentarse bajo el tamarindo y, como por arte de magia, el niño dejó de llorar y volvió a dormirse. La madre, que quería volver junto a su marido, se levantó y se dirigió hacia casa. De nuevo, en cuanto la mujer cruzó el umbral de la puerta, el niño se despertó y comenzó a llorar violentamente. Por tres veces hizo la madre lo mismo y tres veces el niño se dormía en cuanto ella se sentaba bajo el árbol y se despertaba cuando ella intentaba entrar en casa. La cuarta vez, decidió pasar la noche bajo el tamarindo.

Apenas había tomado esta decisión cuando todo el pueblo se hundió bajo tierra, desapareciendo con un gran estruendo. Donde hasta entonces había estadio el pueblo no quedaba sino un enorme agujero que de pronto comenzó a llenarse de agua hasta que esta llegó al pie del tamarindo donde la mujer, asustada, sostenía a su hijo entre sus brazos.

En cuanto se hizo de día, la mujer fue corriendo hasta el pueblo más cercano para contarles lo que había sucedido. Desde entonces, el lago adquirió un carácter sagrado. En él viven muchos cocodrilos en los que los antankarana y los sakalava creen que se refugiaron las almas de los antiguos habitantes de la aldea desaparecida bajo las aguas. Por esta razón, no sólo no se les mata sino que se les da comida en ciertas fechas.

Tanto el lago Antañavo, los cocodrilos que en él habitan, como el gran tamarindo Ambodilôna son venerados y se acude a ellos para pedir ayuda. Así, cuando una pareja no acaba de tener hijos, acude al lago e invoca a las almas de los habitantes desaparecidos pidiéndoles que se le conceda una numerosa descendencia, prometiendo a cambio volver para ofrecerles el sacrificio de animales para su alimento. Cuando la petición tiene éxito, la pareja regresa al lago para cumplir lo prometido. Los animales sacrificados se matan muy cerca del agua, parte se echa en el agua y parte de su carne se reparte por las cercanías del lago para provocar que los cocodrilos se alejen lo más posible del agua porque piensan que cuanto más se alejen mayor será la ayuda que proporcionarán. Cuando un antakarana cae enfermo, se le lleva muy cerca del lago, se le lava con sus aguas y dicen que se cura. Está prohibido bañarse en sus aguas e incluso sólo meter en ellas las manos o los pies. Cuando alguien quiere beber o tomar agua del lago, debe hacerlo con la ayuda de un recipiente dispuesto al final de una bara larga y sólo puede beberla a algunos pasos de la orilla.  Se cree que quien viole estas prohibiciones será devorado, pronto o tarde, por los cocodrilos.


sábado, 10 de noviembre de 2018

PALABRAS DE SANKHAMBI DULCES COMO LA MIEL – SUDÁFRICA

Montaña de la Mesa en Ciudad del Cabo (Sudáfrica), por Dietmar Temps (CC)



Hace mucho, mucho tiempo, los monos no eran los ágiles animales que son hoy en día sino que eran rechonchos seres de movimientos lentos. El tunante de Sankhambi se divertía sorprendiéndoles por la espalda y tirándoles de su larga cola, lo que hacía que los monos se enfurecieran y desde lo alto de los árboles dejaran caer una lluvia de semillas y ramas cuando Sankhambi se disponía a dormir la siesta.

Cansado del juego, Sankhambi, decidió dirigirse así a los primates:

– “Amigos míos, quiero contaros un gran secreto” – dijo Sankhambi con una vocecita zalamera.

Pese a la desconfianza inicial, los monos, de naturaleza curiosa, empezaron a bajar de los árboles y a reunirse alrededor de Sankhambi.

– “En lo alto de la montaña hay una cueva en cuyas profundidades se esconde una colmena con la más pura y dulce miel con la que podáis soñar. Y yo soy el único que conoce el camino. ¡Seguidme, pues!”

Sankhambi guió a los monos hasta la entrada de la cueva y, una vez allí, les dijo que entraran.  Cuando todos los monos estuvieron dentro, empezó a dar fuertes golpes en el suelo que hacía que el sonido retumbara en toda la cueva.

-“Ay, amigos, el techo está a punto de derrumbarse”- chilló Sankhambi haciéndose el asustado – “Estirad los brazos y sujetadlo mientras yo voy a buscar unos postes. ¡No os mováis pase lo que pase!”.

Los monos, aterrorizaros, no osaban mover ni un solo músculo, no fuera a desplomarse el techo sobre sus cabezas. Y así pasaron varios días y noches. Mientras tanto, Sankhambi campaba a sus anchas por el territorio de los monos.

De repente, la sospecha empezó a apoderarse del más anciano de los simios. Cautelosamente retiró un dedo del techo de la cueva y luego otro, y otro,… Contempló las sudorosas y aterrorizaras caras de sus parientes y comprendió que Sankhambi se había burlado de ellos. Uno a uno los monos fueron bajando sus entumecidos brazos. Cuando fuera de la cueva se miraron los unos a los otros, con sorpresa vieron que sus cuerpos se habían transformado por completo: sus brazos y piernas se habían hecho largos y delgados y, tras el esfuerzo por sujetar el techo de la cueva, se habían convertido en unos fuertes y flexibles animales. Y por eso hoy en día los monos son tan ágiles y pueden saltar de árbol en árbol con tanta destreza.

viernes, 9 de noviembre de 2018

CAÑO CRISTALES – COLOMBIA



Caño Cristales es un río de Colombia que está ubicado en la sierra de la Macarena. Se le denomina “el río más hermoso del mundo” ya que en su fondo habitan algas de agua dulce de diversos colores que producen la sensación de estar frente a un río de cinco colores: rojo, amarillo, verde, azul y negro, principalmente. Las leyendas sobre este lugar fueron olvidadas hace tiempo pero hay quién aún cuenta que este río se escapó del paraíso o que procede de un arco iris que se derritió.

jueves, 8 de noviembre de 2018

EL REY Y SUS DOS HIJAS – BANGLADESH



“Érase una vez un reino muy rico. El rey, Omar, tenía dos hijas a las que quería muchísimo y de las que se sentía muy orgulloso. La mayor era muy inteligente y la menor era muy sincera. Un día, mientras cenaba,  el rey decidió preguntar a sus hijas cómo le querían. La mayor, acordándose de que su padre adoraba los dulces le dijo:

– Padre mío, yo os quiero como a los dulces.

Cuando el rey oyó su respuesta se puso muy contento. Satisfecho, preguntó a continuación a su hija pequeña:

-Y tú, Nuijahan, dime, ¿cuánto me quieres?

-Padre mío, yo os quiero como a la sal.

Pero al rey no le gustó esa respuesta y se puso ciego de ira. Tal fue su enfado que mandó abandonar a su hija menor en el bosque como castigo por su respuesta. Nuijahan se puso muy triste pero logró sobrevivir en el bosque.

Una noche, el príncipe Mahamud, heredero del reino vecino, pasó por ahí y quedó intrigado por una luz brillante que salía de una cueva. Mahamud, que era muy intrépido, quiso saber qué era esa extraña luz y se acercó a la cueva. Extrañado, comprobó que la luz era el reflejo de la luna sobre el vestido y las joyas que alguien había dejado colgadas en la entrada. Así que entró dentro para saber de quién eran y, al traspasar el umbral, descubrió durmiendo a la muchacha más bella que jamás habían contemplado sus ojos. Tan extasiado estaba por la belleza de la muchacha que al príncipe se le escapó un suspiro de admiración y ella se despertó de golpe. El príncipe Mahamud le explicó quién era y le preguntó sobre ella. Nuijahan le contó su historia pero sin decir que su padre era el rey Omar. Conmovido, el príncipe decidió llevarla a su reino y durante el viaje de regreso se enamoraron. Allí en el reino se casaron y fueron muy felices.

Un día, el rey Omar salió a cazar. Durante el transcurso de la cacería se perdió y llego al reino del principe Mahamud donde le acogieron como invitado. El suegro de Nujahan, el rey Shajan, pidió que fuera ella quien cocinara para el rey Omar. Nujahan decidió preparar comidas muy dulces, como le gustaba a su padre. Pasaron dos días, tres. Y los platos eran siempre dulces, muy dulces. Entonces, el cuarto día, al ver que la comida volvía a ser dulce, muy dulce, el rey Omar dijo que ya estaba cansado de comer tanto dulce, que ya no podía más, y deseó marcharse a su país. Le comunicó sus deseos al rey Shajan pero éste le pidió que no lo hiciera ya que iba en contra de la tradición de ese reino puesto que los invitados debían pasar al menos una semana siendo agasajados. Así, el rey Omar accedió a los deseos del rey Shajan.

El séptimo día, el que por fin iba a ser el último, la princesa Nurjahan hizo otro tipo de comida para la velada de despedida del rey Omar. Esta vez preparó una normal, de diferentes sabores, todos exquisitos y variados, abundantes y deliciosos. El rey Omar, que llevaba tres días sin comer, comió de todo con mucho apetito y descubrió una gama de sabores que hasta ese momento desconocía y lo buenos que podían resultar.

Así que felicitó al rey Shajan por los excelentes platos. Éste quiso presentarle a Nurjahan y la mandó llamar. La princesa salió de detrás de la puerta y entró en la sala. Fue hasta la mesa donde estaban sentados los dos reyes e inclinó la cabeza. Luego, con serena cortesía, saludó a su padre.

-Mis saludos, rey Omar – dijo ella.
-¿Así que eres tú la gran cocinera?- dijo su padre sin reconocerla: había pasado mucho tiempo y la princesa estaba muy cambiada-. Pues la comida ha sido excelente, la más rica que he probado.
-Gracias, ya he visto cómo la habéis disfrutado con gran apetito.
-Sí, sí -murmuró el rey Omar deseando que nadie hubiera notado el hambre con el que había comido-. Me lo ha despertado tu talento para combinar los sabores. Jamás había probado nada igual.
Entonces, la princesa Nurjahan dijo:
-Padre, todavía os quiero como a la sal.

De pronto, el rey Omar reconoció a Nurjahan y, levantándose de un salto, corrió a estrecharla entre sus brazos, pues durante todo ese tiempo no había pasado ni un solo día sin echarla de menos. Arrepentido de su acción, la abrazó emocionado mientras se daba cuenta del error cometido: que el secreto de la felicidad no reside en una sola cosa sino en el equilibrio de varias diferentes.”

miércoles, 7 de noviembre de 2018

EL CASTIGO DE ZIMBA – BENIN


Voodoo market near Abomey (Benin) por jbdodane (CC)

Había una vez, hace mucho tiempo, en un bonito pueblo de nombre Zékièzou situado al oeste de Benin, en el País Yorouba, una muchacha llamada Zimba que tenía una hermana llamada Flora.

En este pueblo, todos los hombres y mujeres trabajaban excepto Zimba, que se pasaba el día jugando en el bosque y no volvía a casa hasta el anochecer. Después de cenar, sin hacer caso a la madre, Zimba cogía jabón y una esponja y se iba, ya de noche, a lavarse al río. La madre siempre le decía que no había que ir de noche a bañarse pero ella no hacía caso.

Un día, Zimba llegó a casa cuando ya oscurecía y vio que su hermana volvía de lavarse en el río y le dijo:

– Flora, tú ya te has lavado. ¿Puedes acompañarme al río para lavarme?

Flora, a pesar del miedo que le daba la oscuridad de la noche, aceptó. Flora se fue a la casa a coger el jabón mientras Zimba llegaba al río. Pensando que su hermana estaba con ella, le dijo:

– Flora, frótame la espalda.

Y le pasó la esponja. Entonces, por detrás, alguien tomó la esponja y comenzó a frotar su espalda. Pero cuando Zimba se dio la vuelta se llevó una gran sorpresa al ver que detrás de ella no esta su hermana sino un diablo, negro como la noche, que sonreía con desprecio y al que sólo sus ojos rojos le hacían visible.

Aterrada, Zimba comenzó a correr entre los árboles, golpeándose con ellos, cayéndose y golpeándose con las piedras, levantándose de nuevo y rompiendo ramas mientras corría, que se le clavaban en los ojos, hasta que agotada cayó al suelo sin sentido. Después de permanecer inconsciente durante cinco días y cinco noches, Zimba abrió los ojos pero … sus ojos estaban vacíos. Zimba se quedó ciega para siempre.

Desde aquel día, los habitantes del País Yorouba saben que es muy peligroso andar solos por la noche ya que la noche pertenece a los diablos y demonios.

martes, 6 de noviembre de 2018

LAS MOIRAS/ LAS PARCAS – MITOLOGÍA GRECOLATINA




Las Moiras eran las personificaciones del Fatum o destino (sus equivalentes romanas eran las Parcas). Controlaban el metafórico hilo de la vida de cada mortal e inmortal desde su nacimiento hasta su eventual muerte. Incluso los dioses las temían: el propio Zeus (Júpiter) estaba sujeto a su poder.

Las tres hermanas hilanderas simbolizaban el nacimiento, el matrimonio y la muerte. Hilaban lana blanca y entremezclaban hilos de oro e hilos de lana negra: los hilos de oro significaban los momentos dichosos en la vida de las personas y la lana negra los periodos tristes. Cada una de ellas tenía una función:

Cloto (Κλωθώ, ‘hilandera’) hilaba la hebra de vida con una rueca y un huso. Su equivalente romana era Nona, originalmente invocada en el noveno mes de gestación.
Láquesis (Λάχεσις, ‘la que echa a suertes’) medía con su vara la longitud del hilo de la vida. Su equivalente romana era Décima, análoga a Nona.
Átropos (Ἄτροπος, ‘inexorable’ o ‘inevitable’, a veces llamada Aisa) era quien cortaba el hilo de la vida. Elegía la forma en que moría cada hombre, seccionando la hebra con sus tijeras cuando llegaba la hora. Su equivalente romana era Morta (‘Muerte’).

lunes, 5 de noviembre de 2018

APSARA, LA DANZA DE LA BUENA FORTUNA – CAMBOYA



La danza camboyana sobrevive a los siglos desde el tiempo de Angkor. Considerada como una de las más hermosas del mundo, la danza clásica camboyana se llama apsara.

Las apsarás eran ninfas, seres sobrenaturales que aparecían en forma de hermosas doncellas de gran belleza y elegancia que danzaban con movimientos estilizados y delicados, conservando el rostro sereno e inexpresivo mientras movían sus manos en figuras difíciles de imitar. Eran también las esposas de los gandharvas, los siervos de la corte de Indra, el rey de los dioses devas y señor del Cielo. Danzaban al son de la música realizada por sus maridos en los palacios de los dioses para entretenerlos. También danzaban en honor de los héroes caídos en las guerras.

Las apsaras podían cambiar de forma a voluntad y traían buena suerte a los jugadores y buscadores de fortuna. Las más famosas apsaras eran Urvasi, Menaka, Rambha y Tilottama (la historia de Urvasi y el mortal Pururavas guarda similitudes con el mito griego de Orfeo y Eurídice). 

En la corte de Indra hacía referencia a 26 apsaras, correspondiendo a cada una de ellas una forma distinta de arte, de manera similar a las musas en la mitología griega. Por lo general se asocian a las nubes, al agua y a los ritos de fertilidad. En el hinduismo, las apsaras inferiores son espíritus que atraen a los hombres con su belleza para ocasionarles la muerte, guardando cierta similitud con las sirenas griegas.